El legendario Ozzy Osbourne falleció a los 76 años tras una intensa lucha contra el Parkinson y otros problemas de salud física y mental. Conocido como el “Príncipe de las Tinieblas”, el ícono del heavy metal ofreció su último concierto junto a Black Sabbath el 5 de julio en Birmingham, su ciudad natal. A pesar de su delicado estado, Ozzy se propuso despedirse de su público con un espectáculo inolvidable, asegurando que daría el “120%” aunque sintiera que no podía más.
Durante los meses previos, Osbourne se sometió a múltiples cirugías y terapias físicas con un entrenador personal para prepararse. Su motivación era clara: brindar un último show a sus fans, aunque en sus propias palabras, “ya me habré muerto por dentro antes de salir al escenario”. El cantante reveló además que tomaba 15 medicamentos diarios y enfrentaba constantes pensamientos negativos, pero no permitió que eso lo detuviera.
La despedida de Ozzy fue una mezcla de fuerza, vulnerabilidad y devoción por su público. Rodeado de familiares y colegas, celebró una carrera que marcó la historia del rock y la cultura popular. Con su frase final “Si Dios quiere que haga el show, lo haré”, Osbourne selló un legado eterno en el corazón de sus seguidores.